miércoles, 10 de septiembre de 2008

Juan Manuel Reol Tejada. Un burgalés liberal

Ha fallecido en Madrid el 9 de septiembre, a los 75 años, Juan Manuel Reol Tejada, el burgalés que fuera primer presidente del Consejo General de Castilla y León entre 1978 y 1980. Farmacéutico de formación, con un brillante expediente académico, se incorporó al cuerpo de Farmacéuticos de la Sanidad Nacional, en el que desarrolló investigaciones sobre medicamentos. Como otros altos funcionarios de su generación, ingresó en política en los últimos años del franquismo y nutrió las filas de los reformistas que protagonizaron la transición a la democracia. Concejal del Ayuntamiento de Burgos en 1968, en 1971 ocupó por vez primera un alto cargo en la administración, relacionado con su oficio, pero ya con contenido político: subdirector general de Farmacia.
Su dedicación a la política se hizo más intensa en la transición. Ingresó en el Partido Liberal de Enrique Larroque, y con él en la UCD, por la que salió elegido diputado por Burgos en las elecciones de 1977 y 1979. En 1977 fue nombrado Director General de Ordenación Farmacéutica, cargo desde el que promovió una reforma en 1978. Ese mismo año ligó su carrera a la construcción de la autonomía de Castilla y León, al ser nombrado presidente de la Junta de Consejeros del Consejo General, el órgano preautonómico que preparaba la construcción de una nueva entidad política y administrativa en nuestra tierra.
La gestión de Reol al frente del Consejo fue tarea difícil, pese a que, por su talante liberal, fue bien recibido por todos los grupos. Le tocaba abrir camino con las instituciones preautonómicas en una tierra donde el deseo de autogobierno no era en absoluto una prioridad. La práctica ausencia de empuje popular al que remitirse dejaba el asunto en manos de los políticos, lo que significaba que la cuestión podía teñirse fácilmente de partidismos o personalismos. Pudo capear la oposición casi obstruccionista de Alianza Popular o el PSOE, que llegó incluso a retirarse del Consejo General amenazando con paralizar el proceso. Los particularismos provinciales y personales fueron, sin embargo, fuente de todavía peores dificultades: Reol lamentó la renuncia de Logroño y Santander a incorporarse al proceso, y cuando vio resuelta la incorporación de León, tuvo que enfrentar la revuelta de los centristas de Segovia liderados por Modesto Fraile y dispuestos a sacar a la provincia del proceso autonómico de Castilla y León.
Quizá por su experiencia en este tipo de dificultades, fue nombrado secretario general de Política Territorial de la UCD a finales de 1979. Arguyendo exceso de trabajó presentó la dimisión de su cargo de Presidente del Consejo General de Castilla y León, que abandonó efectivamente en julio de 1980. Siguió trabajando en política territorial los años siguientes desde su nuevo puesto: participó en la negociación de los pactos autonómicos entre la UCD y el PSOE, firmados en 1981, y promovió el nacimiento de la Federación Española de Municipios y Provincias.
Cuando la UCD se deshizo por efecto de su desmoronamiento interno, Reol abandonó la vida política, pero no la vida pública: además de ejercer su profesión, siguió presente en la actividad cultural a través de su actividad en la Real Academia de Farmacia, que presidió desde 2001, y apoyó activamente iniciativas como la promoción de centros universitarios de Burgos, la Asociación de lucha contra el Cáncer de la provincia, o la Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, Fernán González.
En los últimos años de su vida colaboró generosa y abiertamente con los historiadores que nos interesamos por la historia reciente de Castilla y León, y él mismo escribió algunas páginas sobre el asunto, que publicó el Boletín de la Academia de la Historia.
Era un hombre de trato cordial y modos sinceros, atento a los detalles, correcto y siempre dispuesto a ayudar. Compartía con otros políticos de su generación una talla humana y cierto señorío difíciles de describir pero fácilmente perceptibles. Puede que fuera el resultado de la poco frecuente combinación histórica que los hizo posibles, y de cómo vivieron sus responsabilidades. Juan Manuel Reol fue, en efecto, un hombre bien preparado, con una sólida trayectoria profesional al servicio del Estado, que se acercó a la política con la ilusión de construir una democracia en España y de recrear su instituciones en política territorial. Abordó la tarea muy abierto al diálogo, aportó no pocas iniciativas, vio triunfar algunas y fracasar muchas, y se retiró de la política más adelante para regresar a una vida profesional que se continuó enriqueciendo. Gracias a muchos como él hemos heredado una España libre y en paz donde el diálogo político discurre por cauces democráticos y puede ser abordado con modos constructivos.
Varias condecoraciones y premios han reconocido su meritoria carrera, desde la Gran Cruz al Mérito Constitucional y la Encomienda de Alfonso X El Sabio, hasta la Medalla de Oro de la Provincia de Burgos. Pero probablemente su mejor galardón, al margen, claro es, del que reciba en la otra vida, sea el grato recuerdo que deja su atractivo ejemplo en quienes tuvimos la suerte de tratarle, eso que los clásicos llamaron la fama. Descanse en paz.
Publicado en Diario de Burgos el 11 de septiembre de 2008

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