martes, 9 de noviembre de 2004

La nueva censura

Hace seis años propuse a unos estudiantes de doctorado la posibilidad de trabajar en la historia reciente de nuestra comunidad autónoma. Ante la práctica inexistencia de trabajos sobre la cuestión, me parecía urgente poner manos a la obra para evitar que, por falta de atención, la documentación se perdiera y los acontecimientos terminaran por estar desdibujados en la memoria colectiva. Uno de los que se animó a hacerlo, Mariano González Clavero, trabajó bajo mi dirección cuatro años largos en la localización de documentos, clasificación, estudio de éstos y de la bibliografía, hasta conseguir trazar un relato ordenado y completo del proceso autonómico de Castilla y León.
No fue tarea fácil. La comunidad autónoma es extensa —¿quién no lo ha oído decir?— y la peregrinación por los archivos exigía paciencia, buenas dosis de entusiasmo, gasto de tiempo y de dinero. Afortunadamente contábamos con alguna financiación de la Consejería de Cultura de la Junta para llevar adelante el proyecto que permitió sufragar algunos de esos desplazamientos. Mariano González realizó un trabajo metódico y minucioso que sacó a la luz abundante documentación original, y que ilustraba sobre la complicada andadura del nacimiento de Castilla y León. La cuestión de los territorios que la integraban parecía un trasunto de la dificultad de definición de España como conjunto nacional. Una tras otra fueron objeto de debate la cuestión de Santander, que terminó por ser Cantabria; Logroño, que se convirtió en La Rioja; León, que no se sabía si debía ser o no región ni si en ese caso debía ser uniprovincial; Burgos, que reclamaba otro mapa y —sobre todo— ser la capital; y finalmente Segovia, que terminó por decidir que no quería integrarse en comunidad autónoma alguna. El resutado fue que nuestro Estatuto de Autonomía fue el último en aprobarse, y que lo hizo después de una historia tan azarosa como interesante y digna de ser estudiada.
Mariano González lo hizo, y presentó con mi aval su trabajo ante un tribunal de cinco doctores en Historia, especialistas en Contemporánea y reputados por sus estudios en temas afines. Pertenecían a las Universidades de Salamanca, Autónoma de Madrid, del País Vasco y de Valladolid. Tras leer el trabajo y debatir sobre él, decidieron que merecía la máxima calificación, sobresaliente cum laude, con la que confirieron también al autor el grado de Doctor, en reconocimiento a su meritorio trabajo. En definitiva, la institución universitaria reconoció que Mariano González Clavero, con su historia del proceso autonómico de Castilla y León había contribuido de manera significativa, rigurosa y sólida al incremento de nuestros conocimientos históricos.
Un año más tarde la Fundación Villalar, fiada en el criterio de los universitarios, dio a la imprenta una versión reducida de ese trabajo que ha sido también la primera publicación promovida por ella. Buen número de especialistas españoles y extranjeros han conocido el libro, del que han hecho juicios elogiosos. No obstante, como siempre, sólo andando el tiempo, con trabajos que complementen éste tendremos una visión más exacta de nuestro pasado político reciente. Así es nuestra forma de trabajar.
Pues bien, hace dos semanas unos leoneses cuya cualificación profesional desconozco, acusaron a la obra de negar la identidad regional leonesa. Aducían para hacerlo unas cuantas citas, discretamente tergiversadas, que el Diario de León recogió en su primera página con grandes tipos. El autor, y la Fundación Villalar, afirmaban, negaban a León como región.
Esta semana, el Ayuntamiento de León ha aprobado una moción, con los votos de la UPL y del PSOE, que declara a Mariano González Clavero persona non grata. Algún concejal le insultó públicamente en el pleno. Piden además que se retire su libro de la circulación.
El dislate y ofensa a la inteligencia que supone semejante comportamiento me parece que reclaman de los que hemos hecho del estudio nuestra profesión, y de toda persona sensata, una protesta enérgica y una oposición decidida. Si el modo de dirimir nuestras disputas son las descalificaciones, condenas y prohibiciones de la circulación de ciertos libros, caminamos hacia la entronización de la estupidez y hacia el reino de la violencia. Algunos creemos en el estudio, el contraste de informaciones, el rigor crítico y el debate sereno como caminos para hacer crecer el conocimiento. Si por eso merece alguno de nuestros colegas la reprobación, yo también la merezco. Así lo hago presente a los ediles leoneses: señores censores, ténganme por solidario de Mariano González Clavero.
Produce lástima una conducta como la que ha tenido que sufrir el Doctor González Clavero. Pero produce también indignación. Pienso que conviene que lo sepan los políticos metidos a censores, y haré cuanto esté en mi mano por hacérselo saber. No les dejaremos imponer esa censura. Nos va en ello la posibilidad de seguir buscando la verdad sin miedos ni hostigamientos de banderías, nos va en ello la libertad en el pensamiento, y la defenderemos por todos los medios legítimos.
Pablo Pérez López