sábado, 27 de octubre de 2007

Política y religión. En torno a unos mártires.

El 28 de octubre de 2007 la Iglesia Católica eleva a los altares a 498 hombres y mujeres españoles que murieron por razón de su fe en los revueltos años treinta en España. He leído un artículo de Henri Tincq en Le Monde que me parece una deformación grave de los hechos y su valoración histórica.
Le he escrito la siguiente nota que remití también al diario:
Cortèges espagnols
J'ai pu lire l'article de M. Henri Tincq paru dans Le Monde du 23 octobre sur la béatification des martyrs de la persécution religieuse en Espagne dans les années trente. J'y ai trouvé des aperçus très intéressants, tandis que d’autres affirmations me semblent pouvoir être complétées ou nuancées. Appeller provocation la célébration de la mémoire des personnes qui ont été tuées à cause de sa foi, sans lutter, tout en pardonnant alors qu’elles attendaient sous les verrous leur exécution, souvent au terme de parodie de procès, me semble quand même laisser de côté le cœur de la question, et constitue, à mes yeux, une grave injustice.
Quelques données historiques importantes éclairent un peu différemment les affirmations de l’article. Ainsi, par exemple, l'Eglise espagnole a fait grand cas des crimes des nationalistes. Le cardinal Pacelli, futur Pie XII, tenta d’obtenir de Franco des conditions de reddition honorables pour les prêtres engagés du côté des nationalistes basques, ce que le général refusa. On sait ce qui leur arriva. Le Cardinal Gomá protesta fermement devant Franco contre cette exécution de quatorze prêtres nationalistes basques. Quoi qu'il soit bien différent de parler de ces prêtres, intégrés dans des unités militaires, que des prêtres, séminaristes, religieux ou religieuses qui n'ont jamais songé à participer à une quelconque formation armée et ont été tués, en effet, par haine de la foi, comme le souligne avec justice M. Tincq.
L'absence d’un plan gouvernemental pour tuer ces personnes n’apporte rien, à mon avis, sur le caractère – ou non – de martyrs de ces victimes. Cela éclaire simplement les ciconstances partisanes, locales ou régionales de ces raids qui aboutissaient aux massacres évoqués. Cependant, des listes nominales existaient – les historiens de cette période les évoquent dans leurs travaux – et cela prouve une certaine préméditation. Certains groupes et partis, qui avaient le pouvoir de contrôler la rue, encourageaient leurs militants à faire rage contre les croyants en tant que croyants. L’affaissement du pouvoir étatique et le désordre du camp républicains dessinent une conjoncture qui ne suffit pas cependant à expliquer la haine manifestée contre les croyants.
La chronologie est, elle, très importante : les martyrs de 1934, avant la guerre civile, ne sont pas une anecdote. Ils montrent comment l’Église et les catholiques ont souffert des attaques en silence avant l'éclatement de la guerre. Il ne faut donc pas oublier ces épreuves qui ont précédé la guerre civile au risque de déformer l'histoire. Quand la guerre éclate, le déferlement de la persécution religieuse a contraint les évêques au ralliement à Franco. La figure du cardinal Gomá en est sans doute l’une des meilleurs illustrations. Auteur de la lettre collective des évêques espagnols de 1937 aux catholiques du monde entier, le cardinal Gomá utilise le mot de croisade. L’Église espagnole a depuis reconsidéré ce texte en soulignant les circonstances exceptionnelles et le climat anti-catholique dans lequel il a été écrit. En 1986, à l’occasion du cinquantième anniversaire de la Guerre, la conférence épiscopale publia un document – Constructeurs de la Paix– qui rappelle que « des causes religieuses furent présentes dans l’affrontement entre Espagnols » et que « si l’Église ne prétend pas être libre de toute erreur, ceux qui lui reprochent de s’être alignée sur Franco doivent prendre en compte la dureté de la persécution religieuse depuis 1931 ». En 1999, un autre document épiscopal insiste sur la nécessaire réconciliation : « le sang de tant de nos concitoyens versé comme conséquence des haines et vengeances, toujours injustifiables, et dans le cas de beaucoup de nos frères et sœurs comme offrande martyrisée de la foi, continue de crier vers le Ciel pour demander paix et réconciliation ».
La distinction entre politique et religion peut paraître subtile (trop, affirme l’auteur de l'article), mais elle me semble très nécessaire: des milliers de personnes on donné leur vie pour leur religion. D’autres milliers de personnes ont lutté pour imposer leur politique par les armes et en tuant. Voilà la subtile différence. Voilà pourquoi je pense que la célébration de ces martyrs ouvre un chemin de paix et réconciliation, et je crois qu'ils sont un cortège lumineux pour les Espagnols et aussi, pourquoi pas, pour le pape. Pour ces martyrs ni l'Eglise ni personne ne doit demander pardon. Au contraire, ce serait à nous de leur demander de nous pardonner pour ne pas comprendre comme il faut le sens de leur énorme sacrifice.

Pablo Pérez López est professeur d’Histoire Contemporaine à l'Université publique de Valladolid (Espagne). Spécialiste de l’histoire politique et culturelle de la Castille, il a récemment publié Católicos entre dos guerras. La historia religiosa de España en los años 20 y 30, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006.

jueves, 18 de octubre de 2007

Lo que enseñan los periódicos atrasados

Suele tenerse por bueno que no hay nada más atrasado que el periódico de ayer, y la sentencia lleva buena carga de verdad. Con todo, una mirada retrospectiva a los periódicos de antaño, aunque no aporte nada sobre la actualidad, aporta lecciones muy interesante sobre nuestro pasado y sobre cómo se percibió en el día a día.
Los primeros papeles periódicos de Segovia circularon cuando reinaba en España Carlos IV, los Estados Unidos estaban en trámite de aprobar su Constitución, y Napoleón Bonaparte, a sus 16 años, se graduaba como alférez de Artillería al servicio del rey de Francia. Los sucesores de aquellos papeles siguen circulando hoy.
La historia de las publicaciones segovianas está marcada, como manda la geografía, por la proximidad a Madrid. En realidad esto vale para toda la prensa castellana y leonesa, pero pesa especialmente en el caso de los diarios segovianos: los de Madrid estaban pronto en las calles de Segovia y eran competencia importante para cualquiera que intentara sacar a la calle sus opiniones impresas todos los días. En 1890 llegó el primer intento, que se llamó, como cabía esperar, Diario de Segovia. Cerró pronto. Pero dejó el desafío en el aire, y El Adelantado, que salía dos veces por semana, se animó a hacerlo a diario en el verano de 1991: aguantó unos pocos meses el duro ritmo del día tras día, y al poco cesó en su empeño. Hubo que esperar hasta 1899 para que cuajara la publicación de un diario en la ciudad: el Diario de Avisos de Segovia. Era algo más que un periódico, sus tertulias eran el foro de debate cultural y político más caracterizado en la ciudad.
Fue así como, en los albores del siglo XX, ya con un diario en Segovia, algunos echaron de menos otra voz, que diera un tono más plural e intenso al periodismo de la ciudad. La iniciativa de crearlo partió de uno de los contertulios de la redacción del Diario de Avisos: Rufino Cano de Rueda. Adquirió el semanario El Adelantado cuando murió su dueño, y le alargó el título convirtiéndolo en El Adelantado de Segovia. A las pocas semanas, en octubre de 1901, comenzó lo transformó en diario.
La iniciativa se demostró duradera. Salvo unos meses en 1904-1905 en que se fusionó administrativamente con el Diario de Avisos de Segovia, El Adelantado de Segovia ha seguido fiel a la cita con los lectores —salvo suspensiones o causas de fuerza mayor— hasta el día de hoy. La empresa editora fue adquiriendo porte: además de imprenta propia tenía servicio de telégrafo, corresponsales en los pueblos, suscripciones a agencias para las noticias del exterior, redactores y reporteros propios. En 1916 dejó de publicarse su competidor, el Diario de Avisos de Segovia: no es fácil la vida de una empresa periodística. Disculpó su cierre con la declaración de independencia política de su colega El Adelantado de Segovia: hablar de diarios es inevitablemente hablar de política.
Surgieron y cerraron otros diarios en nuestra ciudad, pero sólo El Adelantado de Segovia siguió resistiendo la dura prueba del tiempo. En la Segunda República la competencia se hizo mayor. Y la vida más difícil: el gobierno obligó a suspender un mes la publicación del diario en 1932, y la censura dejó huella en sus páginas con frecuencia, especialmente en 1936. Con todo, la empresa siguió adelante, de la mano del hijo del fundador, Luis Cano Lozano, desde 1931. Este relevo familiar, el primero que se vivía en Segovia, fue el marchamo de la consolidación de la empresa.
En 1936, con motivo del alzamiento militar suspendió su publicación hasta el 27 de julio. Después de la guerra El Adelantado de Segovia siguió siendo el único diario de Segovia, pero ahora bajo la estrecha vigilancia de un Estado convencido que solo con su garantía la prensa podía ser lo que debía ser. La falta de libertad de expresión hizo que los hitos más importantes de esos años fueran los cambios materiales: en 1952 la maquetación y en 1965 la creciente información gráfica.
En los setenta llegaron cambios más intensos: la propiedad y la dirección del diario dejaron de estar unidas en la misma persona tras el fallecimiento de Luis Cano; llegó la libertad de expresión; en 1979 una intensa renovación tecnológica, y en los ochenta la diversificación de secciones y especiales, la integración en agencias regionales y nuevos cambios en maquinaria y tecnología de la redacción, que dejó el centro de la ciudad por instalaciones en la zona industrial. La innovación tecnológica volvió pronto a ser protagonista: en junio de 1994 El Adelantado de Segovia se convirtió en matutino, y en 1996 fue el primer diario de Castilla y León con publicación electrónica.
Desde 2001, El Adelantado de Segovia forma parte del selecto club de los diarios centenarios de España. Es, además, uno de los pocos cuyo principal accionariado sigue vinculado a la familia del fundador. Su historia, como la de todos los que han superado cien años de prueba del tiempo, nos muestra el difícil entramado de trabajos que precisa la tarea de informar a diario: sensibilidad cultural, interés informativo, apertura a la opinión, buen hacer empresarial, y no menos pericia periodística.
Pablo Pérez López
Profesor de Historia Contemporánea de la UVa (Campus de Segovia) y coordinador de contenidos para Segovia de la exposición «150 años de prensa diaria en Castilla y León. 1856-2006».

jueves, 4 de octubre de 2007

La carrera espacial, la ciencia, el pragmatismo y la ética

50 años de satélites
En la mañana del 4 de Octubre de 1957 el mundo recibió una de las noticias más impactantes del siglo XX: por primera vez en la historia de nuestra civilización se logró enviar un artefacto al espacio exterior. Era soviético. La revista Time declararía hombre del año 1957 a Nikita Kruschev, el hombre fuerte del Kremlim, que apareció en la portada del semanario coronado con la fortaleza de ese nombre y un Sputnik entre las manos. El mundo estaba asombrado, la Unión Soviética más que satisfecha, y los Estados Unidos de América francamente asustados.
Cabe preguntarse a qué tanta alarma ante lo que al parecer no era sino un logro científico, o por mejor decir, tecnológico, pero a cualquiera que conociera la historia de la ciencia y la tecnología en los últimos años la inquietud ante la noticia no le extrañaría lo más mínimo. Poner en órbita un artefacto era un objetivo que pertenecía al dominio de los cohetes, de la aeronaútica por tanto, y desde 1957 de lo aeroespacial. Pues bien, justamente la primera vez que los gobiernos intervinieron seriamente con programas de desarrollo científico y tecnológico controlados por los Estados fue durante la Primera Guerra Mundial para el desarrollo de la aviación y sus aplicaciones militares. La cuestión de los cohetes, un tanto marginal inicialmente, había sido una especialidad alemana en los años veinte y treinta. El asunto central en ese terreno era conseguir diseñar motores eficaces capaces de impulsar con fuerza suficiente una carga y de conducirla hacia un objetivo predeterminado. En el colmo de la potencia soñada se situaban los motores capaces de arrancar un cuerpo de la fuerza de atracción gravitatoria, de sacarlo de la tierra hasta convertirlo, por lo menos, en satélite artificiales del planeta y quizá lanzarlo al espacio exterior. Muchos, entre ellos Julio Verne, habían soñado con ello. Entre los que soñaban conlograrlo estaba un joven ingeniero alemán, aficionado a los cohetes caseros desde la adolescencia, se llamaba Werner von Braun (1912-1977).
Ingeniero y doctor en Física, Von Braun estaba trabajando en cohetes para el ejército alemán antes de la llegada de Hitler al poder, y siguió haciéndolo con éste en el gobierno. La razón era bien sencilla: sólo un ejército tenía la capacidad de movilizar recursos económicos suficientes para desarrollar grandes cohetes, por eso los ejércitos han sido siempre uno de los principales inversores en nuevas tecnologías, verdad de hierro que conocen todos los historiadores de la ciencia. Los nazis fueron en este sentido unos entusiastas promotores de la mejora tecnológica. En la isla danesa de Peenemunde montaron instalaciones gigantescas dedicadas al programa de cohetes, en las que trabajaban unos 6000 ingenieros. Esa industria punta se basaba también en el trabajo esclavo de miles de prisioneros y deportados en el centro de Europa. Pero los logros tecnológicos fueron sin duda grandes: los alemanes tuvieron listos misiles en 1942 y comenzaron a utilizarlos en 1944 en el frente occidental: sus V1 y V2. Los angloamericanos realizaron un bombardeo devastador de Peenemunde para tratar de anular esta industria, sin conseguirlo del todo.
Es interesante recordar que von Braun tuvo problemas con la Gestapo por manifestar públicamente que le importaba más lograr cohetes capaces de viajes espaciales que el futuro de Hitler y su régimen. Es interesante también notar que en 1944 los soviéticos pusieron en libertad a su máxima autoridad en cohetes, Koroliov, internado diez años en un campo del GULAG acusado de subersión. Korilov se apresuró a buscar información en Alemania sobre los nuevos motores y cohetes en cuanto el Reich se desplomó. Von Braun tuvo muchas posibilidades de terminar en la URSS su proyecto de cohetes, pero los americanos llegaron antes y se lo llevaron al otro lado del Atlántico.
Los años siguientes los cohetes no estuvieron en la primera línea de las preferencias de gasto de los políticos: lo nuclear y los aviones a reacción se llevaron la palma. Pero no dejó de prestárseles atención aunque no fuera más que experimentando con réplicas de las V2 alemanas del final de la guerra. Los soviéticos, no obstante, siguieron adelante con un programa de misiles en el que emplearon planos y personal alemanes hasta 1954, cuando ya habían asimilado todos sus avances. El gran éxito llegó con el lanzamiento del Sputnik. Tanto satisfizo a Kruschev que ordenó que se preparara otro satélite para la celebración del 30 aniversario de la revolución bolchevique un mes después. De paso, se colocó dentro del ingenio una perra, la famosa Laika, que dio su vida en este nuevo paso adelante de la ciencia. Los satélites artificiales habían tomado el relevo a los fuegos artificiales en las celebraciones megalómanas.
Cuando los americanos tuvieron noticia del Sputnik, colocaron a von Braun al frente de su programa espacial, y en poco más de tres meses tuvieron también su satélite artificial. Habían conjurado la amenaza de supremacía soviética y habían comenzado lo que se llamaría la carrera espacial. De ella se han derivado, sin duda, notables beneficios para la humanidad. Pero una mirada retrospectiva a todos estos esfuerzos, logros y motivaciones, no puede por menos de colocarnos ante la pregunta de si no es uno de nuestros grandes desafíos hacer ciencia y técnica con criterio ético y no sólo pragmático.
Pablo Pérez López
Publicado en El Norte de Castilla